HIGIENE, SALUD Y EDUCACIÓN FÍSICA. UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA

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José Luis Pastor Pradillo

Maestro de Enseñanza Primaria, Licenciado en Educación Física, Licenciado en Psicología. Doctor en Ciencias Sociales. Doctor en Ciencias de la Educación. Profesor Emérito de la Universidad de Alcalá. Ex Director de la Revista Española de Educación Física y Deportes.

HIGIENE, SALUD Y EDUCACIÓN FÍSICA.

UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA

Aunque admitiéramos como cierto el escaso nivel científico que caracterizó a aquellos gimnasiarcas decimonónicos a los que debemos nuestra existencia, también es justo, y además inevitable, reconocer el sentido común de que hicieron gala la mayoría. Posiblemente esta virtud no constituyera un factor suficiente para alcanzar el grado de eficacia que les negó su inopia conceptual y técnica pero, al menos, ahora, nos da pie para reflexionar sobre cual podría ser la causa que hace a esta profesión tan proclive a la desorientación cuando intenta construir su propia identidad.

Como hemos expuesto en numerosas ocasiones, aquella Gimnástica, ahora conocida como Ciencias de la Actividad Física y del Deporte en un último intento que esperamos posea un carácter tan transitorio como los anteriores, como consecuencia de atribuirse nuevos objetivos, fines y ciertas utilidades que a menudo pocos reconocían, evoluciona desde el dudoso oficio de la funambulia, el saltimbanco o el titiritero hasta una profesión que si no puede calificarse de dudosa si aparece como de ambigua y difícil definición[1]. La élite ilustrada que impulsa esta mutación, como afirma K. Hadzelek, pretenderá unir el principio de universalidad del desarrollo con una idea de progreso que apoyándose en la capacidad de la mente humana, en la racionalidad, debería convertirse en la fuerza motriz de todas las reformas sociales y educativas[2].

Esta vocación de “progreso”, ¿diríamos ahora progresismo?, en gran medida se justificará desde una intención regeneracionista que, en España, como manifiesta el arcediano de Aliaga D. Antonio Arteta, “nos conducirá también a contemplar al hombre en los diversos progresos de la sociedad humana”[3]. Progreso e Higiene constituirán un binomio que se concreta en la consecución de unos objetivos que, inequívocamente, representan una regeneración nacional concebida, principalmente, de dos posibilidades diferentes:

  • Mediante la formación de una nueva juventud robusta y sana que basan en una crianza adecuada y una educación física eficaz y, por racional, perfectamente planificada.
  • Mediante el rearme moral de la sociedad y de todos sus miembros como consecuencia de la difusión de valores y la regeneración de las costumbres cívicas que el paradigma dualista, sobre el que se concibe la educación física, potenciará y calificará de manera singular.
  1. La crianza

Si reconocemos en la funambulia el origen y precedente inmediato de las técnicas, de muchos de los recursos y ocupaciones profesionales de lo que se ha denominado genéricamente como Gimnástica, también deberemos recordar que fue la “crianza” el primer argumento que se esgrime para justificar la utilidad y la conveniencia de su práctica.

La totalidad de las corrientes gimnásticas que circulan por la Europa Ilustrada coincidían en una comprensión semejante del concepto y objeto de la crianza y España no se mostró ajena a esta dinámica común tal y como demuestra el interés que se despierta por traducir bibliografía de origen foráneo relacionadas con este tema como ocurrió, por ejemplo, con la obra de M. Ballexerd[4].

Las posibilidades del ejercicio físico, entendido ahora como recurso higiénico, y el uso que de él intuyen ahora los médicos y pedagogos le convertirán en un referente permanente en la descripción de las nociones de higiene y crianza. Como afirmaba Pressavin en 1800, el exercicio es indispensable para el mantenimiento de la salud, respecto a que coadyuva (sic) a la circulación de la sangre, y facilitando las sensaciones, contribuye a perfeccionar la nutrición; precave la detención y rebalsa de los humores, de donde nacen las obstrucciones. Sin exercicio no puede conservarse mucho tiempo la salud aun en el temperamento más perfecto; y con él puede una complexión endeble volverse robusta (…) Ninguna cosa nos defiende mejor del desmadexamiento que nos causan los calores del estío, que el exercicio, si bien no nos aplicamos entonces a él sino con repugnancia”[5].

Francisco de Aguilera, conde de Villalobos, cuando en su opúsculo intenta argumentar las razones de su propuesta y el abandono de la Funambulia, distingue a la Higiene como el elemento distintivo y caracterizador del nuevo arte u oficio: la “Jimnástica”. En su opinión, “la higiene (dice Diderot en su esplicación (sic) del sistema de los conocimientos humanos) puede considerarse relativamente a la salud del cuerpo, a su belleza y a sus fuerzas; y subdividirse en Higiene propia, en Cosmética y en Atlética. La Cosmética dará a la Ortopedia o arte de procurar a los miembros una bella conformación; y la Atlética dará la Jimnasia o arte de ejercitar los miembros del cuerpo”[6]. Parafraseando a Amorós, el Conde de Villalobos concluía su opúsculo afirmando que su “Jimnasio, propiamente dicho, nunca sería un objeto exclusivo de diversión pública, sino un establecimiento de utilidad, que cesara donde usa este o comenzase el Funambulismo” sino que, por el contrario, su propuesta sería “una práctica que nos conduce a robustecer nuestra salud, a liberar nuestra vida, a propagar la población, a ejecutar acciones útiles al Estado y a la humanidad, y a hacernos respetar y aun temer de los demás pueblos de la tierra”[7].

  1. La Higiene

La crianza, concebida como un repertorio de prácticas adecuadas al tratamiento del desarrollo del neonato, a su alimentación, su vestido, aseo o ejercicio del juego, a lo largo del siglo XIX, merced a los conocimientos que aportan muchas de las ciencias modernas, irá apoyándose en nuevos postulados que rebasan el mero cuidado del infante.

Las consecuencias de la revolución industrial y del capitalismo liberal en las formas de vida y en las costumbres de las naciones europeas o las ideas ilustradas y las nuevas formas de organización política que sustituyen al viejo régimen, entre otras causas, el aumento del interés público y privado en la divulgación de nuevas reglas higiénicas. El fenómeno de medicalización de la sociedad que describe Foucault[8], utilizando distintos registros, difunde la esperanza de alcanzar el progreso mediante el robustecimiento de la especie as través de procedimientos relacionados con la práctica del ejercicio físico. Distintas propuestas intentarán concretar estas prácticas aunque, posiblemente, fue la Eugenesia que, finalizando el siglo, difunde Sir Francis Galton la que mayor trascendencia conseguirá. Este autor, en un escrito dirigido al rector de la Universidad de Londres, señalaba la existencia de dos clases de influencias: unas, controlables socialmente, de las que depende el estatus de la nación; y, otras, que afectan a su salud de manera que la Eugenesia se constituiría en “el estudio de los medios que están bajo control social, que pueden beneficiar o perjudicar las cualidades raciales de las generaciones futuras, tanto física como intelectualmente”[9].

Con anterioridad a estos planteamientos eugenésicos de Galton, en España, Pedro de Alcántara y García ya había establecido un vínculo muy estrecho entre Higiene y Gimnástica. Este pedagogo, tan injustamente ignorado en la esfera de la actividad física y el deporte, en su prolijo tratado sobre Educación y Enseñanza, definiendo la Educación Física como un referente científico genérico, incluye tres ciencias relacionadas entre sí por el objetivo común de la salud: la Exagogía o desarrollo de las facultades del alma y los miembros, órganos y fuerza del cuerpo; la Higiene, para conservar unos y otros en su unidad y armonía, en la salud, precaviendo las alteraciones; la Medicina, para restablecer la salud alterada corrigiendo vicios y enfermedades que por virtud de esta alteración se hubieran presentado[10].

Este destacado discípulo de Pablo Montesinos, varios años antes de que Sigmund Freud publicara su tratado sobre la histeria, ya hacía evolucionar sus postulados antropológicos hacia un paradigma global y unitario y, al mismo tiempo, destacaba la utilidad y conveniencia de abordar una posible intervención desde el ejercicio físico. Con independencia de la dudosa utilidad de sus técnicas y recursos metodológicos, en su conceptualización pedagógica, la Exagogía o Gimnástica no sólo trascendía los límites de la funambulia y del espectáculo sino que también descubría posibilidades inéditas hasta entonces.

Por tanto, como hemos visto, desde el s. XIX la Gimnástica se postulaba como un instrumento capaz de alcanzar los objetivos propios de la Higiene y de la Medicina. En este contexto, sin descubrir todavía otros efectos de tipo educativo, será la Higiene la que le proporcione la primera justificación desde la que orientar y dar sentido a la presencia de una Gimnástica entendida de forma pragmática.

De las causas por las que fue sustituida la denominación de Gimnástica o Gimnasia por la de Educación Física ya hemos dado cuenta en otras ocasiones[11]. El propio Demeny desvela lo artificioso del proceso cuando afirma que, en Francia, la modificación que de la “etiqueta” realizan sus compañeros, en ningún caso, llevaba implícita una actualización de los contenidos sino que, simplemente, disimulaba una realidad en la que se continuaba aplicando idénticas metodologías y propósitos.

Por tanto, llámese como se quiera, si lo que la Gimnástica decimonónica significaba sigue siendo el principal referente con el que se caracteriza al actual oficio que se identifica con el título de Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, el uso del ejercicio físico y la utilización del movimiento, aunque para algunos sea sorprendente, no debe resultar extraño el descubrimiento de la relación existente entre actividad física y salud porque, en definitiva, es la consecución de un estado saludable el principal objetivo de la Higiene, de la Medicina y de la Exagogía.

Posteriormente, la Gimnástica será incluida en el sistema educativo no tanto por su valor lúdico o pedagógico como por su utilidad higiénica. La Gimnasia higiénica y Racional será la calificación con la que se identificará esta nueva forma de entender la practica del ejercicio corporal. Más tarde, por distintas causas, se buscarán otras utilidades y se adjudicarán a la actividad física otros beneficios y efectos saludables.

  1. Valores higiénicos de la Gimnasia

Cuando a finalizaba el s. XIX la Gimnasia parecía justificarse con distintos valores que serán enunciados con distinto énfasis dependiendo de su ámbito de aplicación o del interés particular de quién la describiera. Entre la mayoría de quienes se sentían interesados por la divulgación de la Gimnasia, los fines de carácter higiénico, todavía, mantenían una clara hegemonía siendo sus posibles efectos las principales razones con las que, a menudo, se argumentaba la conveniencia de su práctica, lo beneficioso de su divulgación y las ventajas que ofrecía su inclusión en el sistema educativo. Las razones con que se justificaba la supuesta utilidad de la Gimnasia se evidencian claramente en las argumentaciones que se emplean en los debates parlamentarios que se desarrollan en las Cortes españolas durante la discusión del texto articulado de la Ley de 9 de marzo de 1883, por la que se declaraba obligatoria la práctica de los ejercicios corporales en la enseñanza secundaria y, al mismo tiempo, para facilitar este propósito y los capacitar docentes específicamente especializados, se creaba la Escuela Central de Profesores y Profesoras de Gimnástica[12].

Manuel Becerra, principal valedor de esta iniciativa, en defensa de la proposición de ley, utiliza como principal argumentación los provechosos efectos que sobre la salud de la población podía generar y, de igual forma, durante todo el siglo XIX y la primera mitad del XX, se apelará al uso del ejercicio como medicamento eficaz contra las más variadas enfermedades de distinto origen y naturaleza como, por ejemplo, la tuberculosis, a deformación de la columna vertebral y otras muchas que incluían desde la escrófula hasta la neurastenia[13]. Barth aseguraba que es la Gimnasia la que “adecua la parte motriz del sistema nervioso o, por lo menos, la que regula los movimientos voluntarios. Con ello –añadía- contribuye a la salud del sistema nervioso total”[14].

En términos generales, la vinculación entre ejercicio físico e Higiene se basó en la capacidad de estas prácticas para influir, activar o modificar cuantos procesos orgánicos determinaban el disfrute de un estado saludable. Durante gran parte de su historia moderna, desde perspectivas no muy distantes de las planteadas por Cristóbal Méndez[15] en 1553, la Educación Física ha intentado destacar el valor salutífero del ejercicio corporal, su utilidad como medicamento, su valor terapéutico y su influencia como factor corrector de costumbres, de hábitos de vida, como hoy sería el sedentarismo, la obesidad, etc., o su capacidad como recurso eficaz para luchar contra todo tipo de pandemias como la que representó, en el siglo XIX, la tuberculosis y hoy representa, por ejemplo, el tabaquismo, el alcoholismo o cualquier otro tipo de drogodependencia.

Descubiertas estas utilidades, el Estado moderno no podía mostrarse indiferente ante la presencia social de la Gimnasia y, de alguna manera, su intervención mediante la función de policía contribuirá, de manera decisiva, para que fuera considerada como un aspecto relevante en el proceso de medicalización de la sociedad que se producirá más claramente a partir de la segunda mitad del s. XIX y que hoy, posiblemente, esté alcanzando sus más altas cotas de expresión.

Sin embargo, a medida que fue pasando el tiempo, los fines de la Gimnástica, al principio genéricamente higiénicos, se diversifican y algunos de sus objetivos, inicialmente muy secundarios, se convirtieran en las metas que priorizaron las aspiraciones de muchos ciudadanos. La preocupación por evitar la obesidad, tan de actualidad ahora, desde las postrimerías del siglo XIX ya fue lo suficientemente importante como para que se probara la utilidad de cuantos recursos parecían eficaces para producir el adelgazamiento[16] y, de idéntica manera, los higienistas españoles mostraron su interés por las posibilidades metodológicas de lo que denominaron “gimnástica pulmonar”.

En consecuencia, con relación a la salud, podemos identificar dos tipos de fines claramente identificados: los fines terapéuticos y los entonces denominados cosméticos.

3.1. Los fines terapéuticos

Para conseguir este tipo de efectos no se duda en utilizar determinadas prácticas que, algunos, calificaron de “ejercicio-medicamento”.

Ya hemos visto cómo la tuberculosis moviliza un amplio interés que demanda a la Gimnástica su contribución más eficaz a través de una metodología específica. En este empeño se probaron cuantos recursos fueron posibles y esta dinámica aún se vio favorecida en mayor medida por la necesidad sentida por los gimnasiarcas de justificar ante la sociedad la conveniencia de practicar la actividad físico-deportiva como medio higiénico y también terapéutico.

Algunas de estas propuestas fueron absolutamente peregrinas y nunca respondieron a las expectativas y buenos deseos de quienes las aconsejaban aunque, en realidad, esta circunstancia nunca pareció importarles demasiado. La creencia en la bondad de la Gimnástica era un tópico tan acríticamente aceptado que, quizá, la única preocupación que restaba fuera la de idear procedimientos específicos para su aplicación práctica y encontrar recursos con los que completar o potenciar sus efectos. Carlos Ronquillo, por ejemplo, convencido de que el agua fría proporcionaba beneficios hasta entonces insospechados, no dudó en prescribir su forma más adecuada de utilización para remediar determinadas enfermedades[17].

 

3.2. Los fines cosméticos

Aun hoy, la línea divisoria entre la estética y la higiene es tan tenue que, a menudo, se confunden los límites de ambos territorios. La belleza suele ser la mejor expresión de la salud al mismo tiempo que los cánones que permiten su calificación suelen estar íntimamente relacionados con su capacidad para sugerir un óptimo estado de salud.

La modificación o adquisición de estos rasgos tan necesarios para la seducción, no será un tema baladí. La adquisición de rasgos que denoten la belleza requería una metodología que garantizase esta posibilidad, en cualquier caso, mediante la ejecución de una serie de ejercicios. Una vez colocada la Gimnástica al servicio de la Cosmética se establecerán otras relaciones entre distintos conceptos como el de la belleza con el peso, con el color de la piel, con las formas , con la distribución de la grasa corporal, etc.

  1. El gimnasio higiénico

La Gimnástica se postulaba como elemento eficaz de la Higiene en tanto que se orientaba por la consideración de diversos valores que su misma publicidad no duda en pregonar. Daniel G.M. Schreber, por ejemplo, en 1862, publica en España una obra dedicada a la Gimnasia de Sala que se apresura a calificar, en el mismo título, de «Médica e Higiénica», completándola con un aclaratorio subtítulo en el que afirma que es una «representación y descripción de los movimientos gimnásticos que, no exigiendo ningún aparato para su ejecución, pueden practicarse en todas sus partes y por toda clase de personas de uno y otro sexo: seguido de sus aplicaciones a diversas enfermedades»[18].

La justificación que Schreber realiza de por qué ha de practicarse la gimnasia no la dirige a instituciones o cargos públicos sino al ciudadano común que ha de practicarla en su casa. Esta argumentación, resulta paradigmática en todos los razonamientos utilizados en el s. XIX: «Los aterradores progresos de la tisis diezman horriblemente nuestras grandes poblaciones y cuya extensión llena de espanto al espíritu médico que contempla paso a paso su marcha creciente de día en día y cubre de luto y de dolor el corazón del hombre humanitario y caritativo que no ve en derredor de sí medio de contener esta terrible enfermedad una vez desarrollada, ni de impedir que sus estragos se transmitan de generación en generación hasta extinguir un hombre y hacer que desaparezcan una familia, en su mayor parte, no hay que dudarlo, es culpa de nuestro fatal sistema educativo y de la corrupción de nuestras costumbres»[19].

El mismo Schreber, sumándose a este movimiento higienicista, no duda en ofrecer un método que cuenta con ejercicios capaces, no solo de resolver estos graves riesgos sino también otros muchos no menos aterradores y aún más específicos. Y así en sus preceptos particulares especifica qué ejercicios han de practicarse para curar cada una de las distintas enfermedades[20]:

. Primer precepto . Para desviar el demasiado aflujo de sangre a la cabeza y al pecho, y curar los dolores nerviosos de estas partes.
. Segundo precepto . Para facilitar y mejorar la respiración en los casos de mala configuración del pecho, tisis incipiente, asma, etc.
. Tercer precepto . Contra la inercia del bajo vientre en general y contra las numerosas afecciones que la acompañan, los infartos de la vena porta, del hígado y bazo, las digestiones difíciles, el estreñimiento, el dolor de cabeza, tumores hemorroidales, hipocondría, histerismo, melancolía, etc.
. Cuarto precepto . Para facilitar las deposiciones.
. Quinto precepto . Para el tratamiento de la supresión del flujo hemorroidal y del período de la mujer.
. Sexto precepto . Contra las parálisis musculares incipientes.
. Séptimo precepto . Para los casos en que no hay un padecimiento local a que atender, sino que se quiere obrar sobre la constitución en general, ya curativa, ya higiénicamente; en una palabra, para las circunstancias en que sólo se desea producir movimientos saludables, por ejemplo en la atonía muscular y nerviosa, en la anemia, escrófulas, etc.; y en las personas de vida sedentaria en general.

 

Los propagandístas de la gimnasia deseaban que el sector de la población al que dirigen sus proclamas por lo que, si lo que se oferta es una medida terapéutica y una costumbre recomendable, ésta no debería interesar, exclusivamente, al sector infantil. De esto es consciente Sebastián Busque y Torró cuando denuncia los tópicos a los que ha de enfrentarse cuando afirma que «dos son los cargos que se le hacen a la gimnasia: primero los peligros inmediatos a que expone; segundo, ser la juventud la única edad en que conviene»[21].

Por su parte, los gimnasiarcas ofertan el gimnasio «como la clínica del ejercicio desde el momento que este cuadro higiénico es aplicado al tratamiento de ciertas enfermedades» [22], por lo que es habitual que elaboren todo un catálogo de patologíass susceptibles de sanar, con los ejercicios terapéuticos correspondientes a cada una.

Sin embargo, y a pesar del aumento del número de gimnasios que se produce entre 1850 y 1870, Le Blond, en 1877, se lamentaba de que al «hablar de ejercicios gimnásticos, la primera idea que ocurre es la imagen de un hombre suspendido por los pies, balanceándose en el espacio, con el rostro congestionado; se juzga de la gimnasia, por los ejercicios más o menos peligrosos que ejecutan los clowns en el circo o en las plazas públicas, cuando deberían juzgarse por las ventajas que reporta, ya sea en los hospitales, donde se ha introducido de algún tiempo a esta parte, sea en las casas de educación (…)”[23]. Quizá por eso, también se recurra a las argumentaciones patrióticas para justificar y dignificar su existencia. La tendencia regeneracionista del s. XIX se mezcla, en España, con nuevos elementos nacionalistas reduciéndose la filantropía, antes referida a la humanidad, a límites mucho más cercanos y concretos como son los de nación o raza. En el caso español suponemos que no sólo fueron inspiraciones nacionalistas sino que, también, influyó la constante frustración que en este siglo supuso la pérdida total del antiguo imperio colonial y la difuminación de las señas de identidad nacional como consecuencia de una decadencia política y económica[24]. En esta argumentación aún se muestra más explícito Federico Huesca quien, en 1881, está convencido que, por fin, «España despierta de un profundo sueño (…) Quedóse dormida sobre el blando lecho de sus victorias, grande, poderosa, altiva, reina y señora y al despertar hoy encuéntrase pequeña, pobre, humilde y desgraciada (…) Pero no importa: la actividad de que hoy empieza a dar prueba es prenda segura de su salvación (…) Coadyuvemos todos en la medida de nuestras fuerzas, a esta obra común, que debe dar comienzo con el desarrollo físico sin el cual no hay una base física para el moral»[25].

En estas instituciones, al menos aparentemente, la práctica de la gimnástica higiénica y racional representaba una apuesta rotunda por una fundamentación científica cuya carencia se intuía cada vez más necesaria. La higiene, o la salud, ya eran consideradas como bienes sociales y, por tanto, uno de los servicios más preciados que debiera garantizar el Estado y para cuya oferta debería proveer de los medios más eficaces. Ante semejante perspectiva serán muchas las profesiones que, como la médica, no solo se declararán competentes sino que, además, exigirán un protagoniosmo único y excluyente. En esta dinámica, consideradas como referentes del saber sobre los que apoyar una función profesional, ni la Gimnástica ni la Higiene serán capaces de resistir la pugna establecida con la Medicina.

Ni el rigor de sus planteamientos, ni la formación de sus técnicos, ni la eficacia de sus métodos podrán paliar el protagonismo competencial que reclama una clase médica que, con el desarrollo de la farmacopea, alcanzará una eficacia hasta entonces insospechada. Cuando en la década de los años treinta del s. XX Fleming descubre la penicilina ya no resta a la gimnasia respiratoria ni siquiera su pretensión de medicamento eficaz contra el azote de la tuberculosis. El descubrimiento del bacilo de Koch y la aplicación de la terapeutica derivada del empleo de un hongo dejaron obsoleto el planteamiento metodologico que basaba sus efectos benéficos en la solución de una ventilación pulmonar defectuosa.

La figura del gimnasiarca decimonónico queda relegada a los límites de lo estrambótico. Incapaz de superar su indigencia conceptual y su inoperancia metodológica quedará confinado a los espacios propios del mero voluntarismo estéril o de una filantropía de dudosa consideración social. La misma Higiene, como consecuencia del desarrollo social que se produce en Occiednte a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, dejará de constituir por sí misma una urgencia social ante las soluciones que ahora dará la sociedad de libre mercado y del bienestar a problemas antaño tan perentorios y díficiles como el de la vivienda, la alimentación o la misma educación. La creación de mecanismos de asistencia social como la seguridad social y la atención médica universal o el aumento de los niveles de poder adquisitivo de todas las clases sociales convertirán en cotidiano los sueños y aspiraciones de las Sociedadse Higienicas tan caracteristicas del final del s. XIX que verán superadas la mayoría de sus aspiraciones y, en muchos casos, encontrarán convertidas en realidad las que pocos años antes sólo parecía formar parte de una utopía.

Pero, cualesquiera que fueran las características que esta evolución adoptara, los gimnasios nunca abandonaron los principales fines de la Gimnástica. Éstos y la metodología apropiada para conseguir sus objetivos continuarían siendo las señas de identidad más importantes de estas instalaciones. Ésta evolución de la Gimnástica, en opinión de Carlos C. Fernández[26], por sus efectos, distinguiría varias aplicaciones: médica, escolar, deportiva y militar. La Gimnasia médica debería buscar el ser agradable (pedagógica y deportiva); la escolar se inspiraría, cada vez más, en “preocupaciones médicas que la dominen”, pero sin olvidar “que nuestra querida España tiene necesidad de hombres prontos a convertirse en verdaderos soldados. Las Sociedades de Gimnástica (gimnástica y deportes) deben preparar al régimen (gimnástica militar), e inclinarse ante las reglas de la Fisiología (gimnástica médica).

La publicidad que se realiza de sus actividades no integra referencia alguna a las nuevas actividades deportivas, sino que sigue recomendando este tipo de prácticas y sus particulares recursos metodológicos, entre otros, como “modificadores higiénicos y terapéuticos” de diversos síndromes[27]:

– Afecciones del sistema circulatorio (esquinosis externa, varices, enfriamiento de pies y manos, encharcamientos sanguíneos y linfáticos).

– Debilidades orgánicas (clorosis, anemia, hemofilia, convalecencia de hemorragias).

– Debilidades por agotamiento nervioso (abusos de los placeres, del tabaco, morfina, etc.; debilidad senil, pobreza orgánica).

– Convalecencias penosas de las enfermedades agudas, etc.

– Afecciones del sistema nervioso (histerismo, hipocondría, neurastenia, corea (baile de San Vito), neuralgias, parálisis, ciática).

– Afecciones del aparato gastro-intestinal y sus anejos (dispepsia atónica, atonía intestinal con o sin tinpanismo, estreñimiento pertinaz, hernias, infarto hepático crónico, infarto esplénico consecutivo a intermitente o a fiebres agudas, flaccidez de las paredes del abdomen por debilidad general).

– Afecciones articulares (contusión-entorse, artritis aguda, granulaciones tuberculosas, luxaciones, inflamaciones de las bolsas serosas submusculares, artritis crónica de los viejos, artritis deformantes simples y múltiples, torpeza articular y falsas anquilosis, torceduras de la columna vertebral, deformidades).

– Afecciones del aparato muscular (impotencia muscular, roturas musculares acompañadas de miositis, lumbago, miositis crónica, atrofia, reuma muscular).

– Gimnasia antituberculosa.

– Acción sobre las enfermedades generales (raquitismo, escrofulismo, gota, polisercia, obesidad, diabetes: se emplea con resultado positivo en muchas enfermedades de la piel, como así mismo en la mayor parte de las enfermedades de los órganos genitales de la mujer).

– Acciones sobre las afecciones del aparato respiratorio (enfisema, bronquitis crónica, asma nervioso, debilidad de las paredes torácicas con poca amplitud de los movimientos respiratorios, predisposiciones a la tisis pulmonar (en este caso el tratamiento mecanotarápico se emplea con buenos resultados).

– Gimnasia pedagógica e higiénica para los niños, niñas, señoritas y caballeros (enseñanza oficial de la Gimnástica, con validez académica para los establecimientos de segunda enseñanza, sean alumnos libres o de colegios incorporados)

 

  1. El Gimnasiarca

Para atender los gimnasios higiénicos era necesario un profesional que, de manera coherente con las técnicas en uso, organizara los servicios que la sociedad de mitad del s. XIX reclamaba: un gimnasiarca robusto, higiénico y benéfico.

Sin embargo, el distinto carácter de las prácticas que en los gimnasios se desarrollaban o los fines que más o menos explícitamente definían su vocación pronto se verá reflejado en el perfil que se solicita a los primeros profesionales según se encuadraran en la gimnasia higiénica o en la acrobática. Cada una de ellas va a reclamar a sus facultativos unas características propias, unas peculiaridades que, finalmente, se plasmarán en dos modelos claramente diferenciados. Esta diferencia no solo se hará patente en unas relaciones siempre conflictivas sino que también, lo que será más importante, en dos maneras distintas de entender la propia educación física que, a menudo, se mostrarán irreconciliables. En 1867, Paul Elizalde llegaría a solicitar que la dirección de los gimnasios existentes entonces estuviera encomendada a un médico[28].

No obstante, a pesar de formulaciones tan sutiles, habría que advertir que tanto la orientación acrobática como la médica solo irán caracterizándose de manera diferenciada en las postrimerías del siglo XIX como consecuencia de un doble fenómeno que hará revisar el mismo concepto de Gimnástica. La nueva y concluyente crisis hará confluir ambos modelos en una nueva orientación que, primero, elegirá el término Gimnasia para identificarse y, más tarde, el de Educación Física.

La orientación acrobática, paulatinamente, será sustituida por el deporte y la médica, cada vez menos fomentada por los facultativos de esta especialidad, decaerá hasta casi su desaparición o su reformulación desde otros referentes profesionales y en otros ámbitos de actuación. El resultado de ambos fenómenos se concretará en una nueva manifestación más sincrética en la que será preponderante la finalidad y la justificación educativa. Y así, la figura del profesor de Gimnasia se identificará, inicialmente sobre todo, con aquellos aspectos relacionados con la educación reglada secundaria y, después, con la primaria.

José E. García Fraguas, uno de los profesores de gimnástica más representativo de la orientación médica, aunque sólo fuera por su carácter polemista y sus posturas a menudo fundamentalistas en exceso, cuando describe aquellos rasgos que en su criterio han de servir para identificar a los profesionales de la educación física, lo primero que decide resaltar es la diferencia con aquello que no es o con aquellos que ni son ni debieran pertenecer al oficio. Afirma que gimnasta llama el vulgo a ”los que comercian o exhiben sus habilidades corporales luciendo sus veladas desnudeces en los ejercicios practicados en los circos, plazas o lugares públicos. Para nosotros –añade- esos artistas llámanse titiriteros o volatineros; pues los gimnastas modernos son los que practican con habilidad y conocimiento de causas y efectos los ejercicios corporales higiénicos; sportmans, los que ejecutan los recreativos del sport y atletas, los que gozan y fomentan los juegos corporales. Aficionado es el que trabaja por su instrucción artística y mejoramiento corporal”[29].

Al titulado Profesor de Gimnástica no se le concibe con un perfil único, sino que se orienta su formación hacia tres especialidades definidas por los ámbitos en los que, en el futuro, habría de desarrollar su ejercicio profesional: Pedagógica, Militar e Higiénico-Médica. Se intenta diversificar el perfil de estos facultativos mucho antes de que la realidad del oficio, el cuerpo teórico o la demanda de servicios lo exigieran resultando una figura perdida entre los imprecisos límites que determinan lo racional y la filantropía. Y, en esta deriva, paulatinamente irán diluyéndose los lazos que tradicionalmente vinculaban a la Gimnástica con la Higiene.

Todavía en 1924, el Dr. Bermejillo proponía que la dirección de la “cultura física” fuera privativa y exclusiva de los médicos especializados puesto que sólo ellos “están bien al tanto de la capacidad funcional de los diversos órganos”[30]. Aduciendo razones que se justificaban en la importancia de sus efectos y en la especificidad de los conocimientos necesarios, pretendía excluir de la profesión a cuantos no ostentaran un perfil médico suficiente. En definitiva el conflicto desvelaba, además de otros aspectos a los que ya hemos hecho alusión anteriormente, que aún no se había resuelto la vieja disputa entre aquellos que concebían la Gimnástica como un método fundamentalmente acrobático susceptible de aportar un robustecimiento, educación física al individuo y recreación para sus practicantes, y aquellos otros cuya inspiración, exclusivamente médica, sólo les permitía encontrar en la actividad física efectos y objetivos relacionados con la salud. La descalificación del Dr. Bermejillo no es sino uno de los últimos episodios de la permanente disputa que, desde el siglo anterior, mantienen ambos sectores.

Quizá por eso, el concepto que los españoles mantenían en 1916 sobre la educación física en general y sobre sus profesionales en particular no dejaba de ser pintoresco o, como matiza Cesar Juarros, “lírico”. Para este higienista la figura del gimnasta no se alejaba demasiado de la vieja imagen del funámbulo o del artista circense[31]. no obstante, al mismo tiempo, se empezaban a definir dos concepciones irreconciliables en lo que al perfil y capacitación del profesional se refiere: la de orientación teórica y otra eminentemente práctica. Una posición contraria a la expresada por García Simó la sostiene Vicente Huder para el cual “el papel del médico en la escuela es de lo más importante, si tenemos en cuenta lo que ésta representa no solo en el orden moral, sino también en el físico. La educación física no lo completa; debemos tener presente que desde el momento en que el niño es puesto bajo la dirección y custodia del maestro, estamos obligados a proporcionarle toda clase de medios de defensa y alejar de él los peligros que constantemente amenazan su delicado organismo, apto para adquirir toda clase de enfermedades”[32].

Todas estas circunstancias perfilaron una imagen del Profesor de Gimnasia casi exclusivamente basada en aspectos prácticos, poco reflexivo, de escasa cultura y cuya idoneidad se medía más por la apariencia que por la ciencia. Su identidad, incuestionablente, irá decantándose hacia la dimensión acrobática, después deportiva, en detrimento de la versión higiénica y, por esa razón, casi todos los tratadistas dan tanta importancia a la apariencia externa de estos profesionales; quizá, en el fondo, conscientes de la escasa eficacia de sus funciones y del mísero bagaje científico que les acompañaba, se pretenderá compensar su perfil con aquellas otras cualidades que inducían a pensar que su poseedor era portador de virtudes más trascendentes y que mejoraban el trato personal con los alumnos cifrando así su mayor eficacia profesional en el valor del ejemplo.

Finalizada la guerra civil española, durante cuarenta años, se impondría la permanencia de un régimen político totalitario, el franquismo, que aplicó sobre todos los niveles y actividades de la sociedad una ideologización que exigía una perspectiva única y, por lo que se refiere a la Educación Física, una instrumentalización política que la convertirá en lo que Agustín Escolano denominó “aparatos pedagógicos” del franquismo. Colocada la Educación Física al servicio de unos intereses estrictamente políticos, se obviarán los fines higiénicos para dar prioridad a la consideración de su capacidad para fomentar valores cívicos y transmitir contenidos ideológicos como evidencia explícitamente, en el Primer Congreso Nacional de Educación Física, Antonio Almagro para quien la Educación Física sólo puede entenderse al servicio del destino individual del hombre y al destino nacional de España[33]: “Por ello el ejercicio físico no es ya sólo una fuente de goces, salud o belleza; es sobre todo –para nosotros, falangistas- el método. La técnica, por medio de la cual conseguimos en primer lugar la obediencia incondicional de nuestro cuerpo a nuestro espíritu, y además obtenemos por su mediación el mantener este instrumento vivo que es el cuerpo en perfecto estado para ser utilizado en el servicio de nuestro destino nacional. Así, pues, la cultura física se convierte en un sistema ascético novísimo, capaz de hacer obedecer a nuestros músculos fibra por fibra y nervio por nervio a las voces luminosas del espíritu”.

El perfil que se prefiere ahora es fundamentalmente político y la misión que se encargará a los profesionales estará más cercana a la agitación y al proselitismo que a los objetivos relacionados con el desarrollo y vigor del cuerpo. Los ejercicios corporales o la actividad deportiva ya no serán sino instrumentos eficaces para unos educadores cuyos objetivos fundamentales se refieren más al carácter que al cuerpo. Joaquín Agulla, como portavoz del Frente de Juventudes, concebía al profesorado de Educación Física, simultáneamente, como un profesional de claro carácter “psicopedagógico (condición básica) y técnico (o científico), en lo que a la especialidad de esta disciplina educativa respecta”. En ningún momento parecen preocupar a este asesor del Frente de Juventudes los aspectos higiénicos o sanitarios que todo esto podría conllevar. Como puede apreciarse el componente educativo predomina en esta descripción de la imagen del profesional y cualquier otra dimensión o ámbito de actuación se ignora de manera casi absoluta.

  1. Educación Física e Higiene

Pese a las declaraciones formales en las que se intentaba destacar la utilidad higiénica de la educación física, en el ámbito educativo, la realidad no correspondió con estos planteamientos. Para muchos fueron, exclusivamente, motivos higiénicos los que justificaron la presencia de los ejercicios corporales en el curriculum escolar. Sin embargo, entre Educación Física e Higiene siempre se mantuvo una separación que iba mucho más allá de la distinción sistemática que elabora Pedro de Alcántara de manera que, como afirman Franklin y Clinton, el desarrollo histórico de ambas ha tenido poco en común[34].

Una de las causas que posiblemente influyeron más en la perpetuación de esta situación fue el hecho de que se responsabilizara de la docencia de cada una de las materias a grupos de titulados distintos. En primera instancia, los higienistas se empeñaron en utilizar la escuela como caja de resonancia desde la que predicar la adquisición de determinados objetivos que estos autores, en 1932, resumen en: desarrollar hábitos saludables; dar al niño tales conocimientos sobre la salud que le ayuden a proteger y mejorar la suya; interesar al niño en su propia salud; y, en cuarto lugar, salvaguardar la salud del niño, mediante exámenes físicos e inspecciones y creando un medio sano en la clase[35].

La educación física, por su parte, al ser incluida en el curriculum escolar, en una primera instancia, hubo de adecuar sus métodos gimnásticos al trabajo con grupos numerosos que terminaron primando, de manera especial, el desarrollo de cualidades y valores como la obediencia, la precisión, el dominio de sí mismo, la disciplina, la capacidad de sufrimiento o la exactitud del gesto. más tarde, la utilización del juego y las corrientes naturalistas que se imponen en la educación física sugieren una revisión en la que muchos proponen nuevos objetivos que, entre otras cosas, diferencien la educación higiénica de la física.

Para la educación higiénica se proponen unas metas que hoy parecerían perfectamente adecuadas a los planteamientos de quienes encuentran en la salud el principal paradigma organizador de la educación física[36]:

– Instruir a los niños y jóvenes para que sean capaces de conservar y mejorar su propia salud.

– Establecer en ellos hábitos y principios de vida que a lo largo de su vida escolar y en años ulteriores procurarán aquel abundante vigor y vitalidad que sientan la base para la mayor posible felicidad y utilidad en la vida personal, familiar y social.

– Influir en los padres y otros adultos por medio del programa de educación higiénica destinado a los niños para que mejoren sus hábitos y actitudes, de modo que la escuela pueda convertirse en un agente eficaz para el desarrollo de los aspectos sociales de la educación higiénica, tanto en la familia y la sociedad como en la escuela misma.

– Mejorar la vida individual y social del porvenir; conseguir una segunda generación mejor que la presente, y una tercera mejor aún; una nación y una raza más sanas y más aptas.

Por el contrario, una educación física moderna y adecuada al ámbito escolar no debería diseñarse pensando en ella como un sistema de ejercicios con fines higiénicos sino que, en opinión de Feiring, debería representar un esfuerzo para proporcionar al niño la oportunidad de expresarse en la realización de cosas dignas, de reconocer el instinto de juego renunciando a la teoría de la disciplina formal y de vivificar el gimnasio con formas de juego y ejercicios animados, sanos y henchidos de objetivo[37].

 

  1. Los nuevos paradigmas de la Educación Física

Los nuevos planteamientos que, desde 1941, inspirarán la estructura institucional, la dependencia administrativa y la orientación política de la Educación Física española precipitan la sustitución del paradigma higiénico evidenciando un fenómeno que, de forma larvada, ya se estaba produciendo como consecuencia, principalmente, de la influencia de dos corrientes ideológicas: el nacionalismo y el regeneracionismo con el que, a menudo, se identificaba el progreso[38].

Como ya hemos dicho anteriormente, al mismo tiempo que el nivel higiénico-sanitario de la población se solventa con recursos más eficaces se evidencia la escasa efectividad del ejercicio físico frente a otros remedios de carácter farmacológico o quirúrgicos. La elevación de los niveles de calidad de vida de grandes capas de población que están reubicándose en espacios urbanos y la misma modificación de las costumbres cotidianas de la población que se produce en España, sobre todo a partir de la década de los años sesenta, reclaman una revisión, en este caso, de los paradigmas en que se sustenta la justificación social de la educación física.

Perdido el vínculo que la relacionaba con la Higiene, la Educación Física (como ahora se denomina a la Gimnástica) pretenderá justificar su presencia y adquirir el prestigio social del que carecía identificándose con el fenómeno emergente que representaba el deporte.

La formación de titulados, sus expectativas laborales, su objeto de estudio y sus señas de identidad se alejan de la Higiene para coincidir, primero, con los intereses del ámbito educativo donde la Educación Física, cada vez, se orientan más claramente hacia la difusión de valores y la formación del carácter del joven o, más tarde, hacia la instrucción deportiva. Esta evolución, hacia los años ochenta, se afianzará con mayor rotundidad como indica la denominación que adopta el marco jurídico que regularía este sector o la que identifica al título que faculta para el ejercicio de esta profesión.

El primer marco jurídico de carácter general de que dispone el sector de la actividad física lo constituyó la Ley de Educación Física que gestiona José Antonio Elola en 1961[39]. Más tarde, como desarrollo de la Constitución de 1978, se volverá e definir sobre planteamientos revisados mediante la Ley de la Cultura Física y del Deporte[40] y, finalmente, en 1990, se promulga la Ley del Deporte aun en vigor.

Casi de manera paralela, el concepto, la consideración de los estudios o la misma terminología con la que se alude a la rama del saber que respalda la presencia de esta actividad y este oficio también varía utilizándose, sucesivamente, distintas denominaciones en un proceso que no parece haber concluido todavía: Profesor de Gimnástica, Profesor de Educación Física, Licenciado en Educación Física y Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.

Una vez superada la urgencia higiénica tan patente en la sociedad española durante el s. XIX y la primera mitad del XX, desprestigiadas las argumentaciones nacionalistas que aludían directamente a la estirpe española, careciendo de la fundamentación científica necesaria, no disponiendo de señas de identidad convenientemente afianzadas y, sobre todo, como consecuencia de una prospección de su propio futuro que se revelaría absolutamente errónea, los centros de formación de titulados, una gran mayoría de profesionales y la misma sociedad se dejarán deslumbrar, durante la segunda mitad del s. XX, por el protagonismo social de un deporte que, en la mayor parte de las veces, coincidía con el modelo competitivo. Cuando otros sectores profesionales y científicos más evolucionados alertan de las consecuencias del excesivo uso terapéutico de los fármacos, de la importancia de adquirir hábitos saludables y de la conveniencia de una medicina preventiva, de nuevo, se descubren las ventajas de recurrir a la práctica del ejercicio físico para conservar la salud y aumentar la calidad de una vida cada vez más prolongada.

Sólo después que estos sectores reclamen la aportación de un ejercicio, que ahora se entiende desde planteamientos científicamente más rigurosos, será cuando los profesionales de la Actividad Física y del Deporte intuyan nuevos argumentos con los que justificar un prestigio social que de manera infructuosamente venían reclamando desde el ámbito de la actividad deportiva donde su figura, situada en un sector ambiguo y de indefinición de funciones, se confundirá con otros profesionales de menor cualificación académica. Llegados a este punto, otra vez, como el “gato pardo” de Lampedusa, se recurre al viejo artificio de modificar las etiquetas para simular una renovación conceptual inexistente. Evitando la denominación de Higiene, que ahora parece ostentar un carácter vetusto y dudosamente solvente, se adopta el término “Salud” como si ambas nociones incluyeran contenidos diferentes.

Para justificar esta forzada y artificiosa diferenciación algunos esgrimen diversos argumentos que parecen extraídos de las sentencias de Perogrullo: la educación física es saludable y, por tanto, conveniente su práctica; la actividad física contribuye a la salud; la actividad física fomenta la adquisición de hábitos saludables, etc. Otros, como ocurrió en el s. XIX, completan afirmaciones tan mostrencas con un listado de síndromes y enfermedades para las que el ejercicio corporal constituye un remedio infalible. Sin embrago, la verdad es que nadie desconoce que la actividad física es saludable solo en determinadas circunstancias y, por tanto, no siempre contribuye a la salud sino que sus efectos pueden ser absolutamente contradictorios. Además, ¿a qué se pretende hacer referencia cuando se alude a los hábitos saludables?: ¿al aseo?, ¿a la alimentación?, ¿a la insolación?, ¿a la aireación?, ¿a los ejercicios corporales? ¿Acaso no son estos, exactamente, los mismos fines que propugnaba la Higiene del s. XIX?

Continuamos, a pie firme, inasequibles al desaliento, en el mismo lugar donde desafortunadamente empezamos hace más de ciento cincuenta años, perseverando en basar nuestra identidad sobre el mismo axioma: “mens sana in corpore sano”.

En un próximo futuro, o se acuña una conceptualización peculiar y propia de las ciencias de la actividad física o, en su defecto, sus titulados estarán condenados a disputar su sector científico y profesional a otros facultativos de mejor tradición, mayor prestigio y más sólido respaldo jurídico para sus actuaciones. Si no se define un concepto original, propio y característico de las ciencias de la actividad física, si no se identifica su objeto de estudio y sus posibles objetivos en los distintos campos de actuación donde es susceptible su presencia, sus titulados se verán relegados a desempeñar un papel tan prescindible, subsidiario, subordinado y discutido como lo fue en el s. XIX.

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[1] Cfr., Pastor Pradillo, José Luis: De funámbulos, gimnasiarcas y profesores de educación física. Un relato circunstancial y tendencioso, Madrid, Ed. Pila Teleña, 2001.

[2] Hadzelek, K.: Tradición de los conceptos humanísticos de la Educación Física en Europa: Renacimiento, Ilustración, s. XIX y siglo XX, Actas. Congreso Mundial AIESEF: Humanismo y nuevas tecnologías en la Educación Física y el Deporte, Madrid, INEF, 1990)

[3] Arteta, Antonio: Disertación sobre la muchedumbre de niños que muere en la infancia y modo de remediarla y de procurar en sus cuerpos la conformidad de sus miembros, robustez, agilidad y fuerzas competentes, Zaragoza, Imp. Mariano Miedes, 1801, p. 47.

[4] Ballexerd, M.: Crianza física de los niños, desde su nacimiento hasta la pubertad, (Documentación que ganó el Premio de la Sociedad Holandesa de Ciencias, año 1762), por ___, ciudadano de Ginebra; Madrid, Imp. de Gabriel Ramírez, 1765; Madrid, Boletín de Instrucción Pública, 1841; Madrid, Imp. Antonio Espinosa, MDCCLXXXVII.

[5] Pressavin, (Mr.): Arte de conservar la salud y prolongar la vida o tratado de higiene, Salamanca, en la librería de D. Francisco de Toxar, 1800, p. 128.

[6] Conde de Villalobos: Ojeada sobre la Jimnasia, Madrid, Imp. de Yenes, 1842, p. 8.

[7] Ibid., p. 25.

[8] Foucault, Michel: Microfísica del poder, Madrid, Ediciones La Piqueta, 1978.

[9] Citado por Álvarez Peláez, Raquel: Sir Francis Galton, padre de la Eugenesia, Madrid, CSIC – Centro de Estudios Históricos, 1985, p. 156.

[10] Alcántara García, Pedro de: Teoría y Práctica de la Educación y la Enseñanza, Madrid, Englishs y Grass, 1879.

[11] Pastor Pradillo, José Luis: El espacio profesional de la Educación Física en España (1883-1961), Guadalajara, Universidad de Alcalá, 1997.

[12] Ley de 9 de marzo de 1883, Ministerio de Fomento, (Gaceta de Madrid de 10 de marzo de 1883).

[13] Lladó, J.: Nociones de Gimnástica Higiénica, Barcelona, Antonio J. Bastinos, 1893, pp. 16 y ss.

[14] Barth, P.: Pedagogía, Madrid, Espasa Calpe (Ciencia y Educación. Manuales), (3ª edición), 1893.

[15] Méndez, Christoval: Libro del exercicio corporal y de sus provechos, por el cual uno podrá entender que ejercicio le sea más necesario para conservar la salud. Compuesto por el Dr. ___, vecino de la ciudad de Jaén, Sevilla, Maestro Gregorio de la Torre, 1553.

[16] José Sánchez y González de Somoano, en un artículo que publica en 1882 titulado“El Gimnasio”, observando a los jockeys ingleses ilustra sus teorías con su ejemplo y expone cuáles deberían ser los dos grandes pilares en los que fundamentar un régimen eficaz de adelgazamiento: “El método más recomendable que emplean para formar estos hombres arenques, es, en primer lugar, una gran sobriedad, y en segundo, ejercicios graduados y repetidos, mucha limpieza de cuerpo, vomitivos y purgantes (…). Hacen sus ejercicios por la mañana y por la tarde, graduándolos hasta el sudor, que se favorece por medio de las fricciones y el reposo en un lecho guarnecido de espesas coberturas. Si tantos obesos como hay en Madrid, por efecto de su vida regalada, y que apenas pueden dar cuatro pasos a pie sin echar los bofes, se sometiesen a este sistema que los ingleses recomiendan, seguramente no estarían gotosos, llenos de reumas ni amenazados de apoplejías, porque después de haber conseguido quedarse ligeros y delgados, podrían marcarse un método de vida regularmente activa y disfrutar para siempre de una salud inmejorable, y con esta también de los dones que la fortuna ha sabido prodigarles, que sin salud, inútiles son estos dones, como todos los demás que en el mundo se pueden adquirir”. (Cfr., Sánchez y González de Somoano, José: Propaganda gimnástica, Madrid, Imp. de M. Minuesa de los Ríos, 1884, pp. 113-116).

[17] “Indicando la influencia de los ejercicios gimnásticos, un sabio observador dice: hay necesidad de un agente de aplicación general y fácil que fortifique todas las constituciones, sobre todo las débiles y anémicas, y cuyo empleo pueda ser prescrito por el reglamento, que al mismo tiempo no ofrezca peligros ni inconvenientes, y cuya eficacia no pueda ponerse en duda. Este agente es el agua fría, administrada de modo que se obtengan sólo efectos estimulantes: la ducha de agua fría de corta duración. Bajo la influencia de esta ablución cotidiana, pronto se ve animarse la piel, coloreándose por la notable actividad de la circulación capilar. Una sangre viva y roja vivifica esta vasta región donde tiene lugar fenómenos tan importantes para la vida vegetativa. La actividad funcional de la cubierta cutánea y la regularidad de su circulación producen, como consecuencia inevitable, una asimilación más completa, una nutrición más buena y, por ende, digestiones más fáciles, y por tanto, un apetito más pronunciado (…) He ahí el remedio para la repugnante escrófula, para el raquitismo y para la tisis; he ahí el medio profiláctico que oponer a los estragos de las epidemias”. (cfr., Ronquillo, Carlos: Adiciones, en … Lladó, Joaquín: Nociones de Gimnástica Higiénica aplicadas a las escuelas de Instrucción Primaria de uno u otro sexo, Barcelona, Libr. de Antonio Bastinos, 1893, pp. 181-182).

[18] Schreber, Daniel G.M.: Manual de gimnasia de sala médica e higiénica, (2ª ed.), Madrid, Bailly-Bailliere, 1862.

[19] Ibid., p. 40.

[20] Ibid., pp. 132 y ss.

[21] Busque y Torró, Sebastián: Gimnástica Higiénica médica y ortopédica o el ejercicio considerado como medio terapéutico, Madrid, Imp. Manuel Galiano, 1865, p. IX).

[22] Ibid., p. 105.

[23] Cfr. Ferrer, David: De la utilidad general de la gimnasia y acción que ejercen sobre el organismo humano sus diferentes ejercicios. Memoria premiada por el Ateneo Igualadino de la clase obrera en el certamen científico literario de 1881, Barcelona, Est. tip. de José Miret, 1883.

[24] Ya el Conde de Villalobos había afirmado que «nacimos (…) hijos de un país que no puede sustentar sus victorias ¿y habremos de pasar nuestros días sin que en ellos renazca nuestro antiguo explendor? (…) Un gran jimnasio establecido por el Gobierno es una escuela que nos suministra medios para ejercer la humanidad, propagar la población, hacer grandes beneficios en la paz y decidir las victorias en la guerra (…). Si el Gobierno español imitara siquiera en esto a nuestro vecino del Pirineo, serían sus soldados el traslado más perfecto de los héroes de la antigüedad. ¿Quién en la miserable época que acaba de pasar (se refiere a la Guerra de la Independencia), no ha visto u oído la diminución (sic) de fuerzas que había en nuestro ejército si se ofrecía hacer una marcha forzada? ¿Y a qué otra cosa puede atribuirse esto sino a la poca fortaleza de nuestros soldados (…) si hubieran sido nuestros soldados al principio de la guerra capaces de hacer siquiera lo que últimamente ejecutaban, ni esta hubiera durado tanto, ni tantas lágrimas de viudez nos ahogarían, ni tantos alaridos de horfandaz tampoco nos lastimarían». (Cfr., Aguilera, Francisco de (Conde de Villalobos): Ojeada sobre la jimnasia y ventajas que emanan de esta ciencia, Madrid, Imp. Yenes, 1842).

[25] Cfr. Huesca, Federico: Diccionario hípico y del Sport, Madrid, Imp. de J.M. Pérez, 1881.

[26] Fernández Gallego, Carlos César: “Higiene y condiciones que deben reunir los gimnasios. Memoria presentada a la 3ª Asamblea de la Federación Gimnástica Española, celebrada en Zaragoza del 7 al 11 de octubre de 1901”, La Educación Física Nacional, nº 27, (1902), p.109.

[27] Sanz Romo, Marcelo: Ensayo de una Higiene deportiva o los Deportes ante la Higiene, Madrid, Imp. La Correspondencia Militar, 1913.

[28] Elizalde, Paul Francisco de: Influencia de la Gimnástica en el desarrollo y vigor de la organización del hombre, Madrid, Imp. de J.E. Morete, 1867, p. 20.

[29] Fraguas, José E.G.: Programa ilustrado de advertencias y figuras de actitudes para las prácticas de la Gimnasia Higiénica, sports, juegos y ejercicios medicinales en los Institutos, Colegios, Academias, Escuelas, Hospitales, Habitaciones cerradas y abiertas, Patios, Corales, Jardines, Plazas de recreo, etc. etc., Madrid, Biblioteca de la Regeneración Física, (1897?), p. 3.

[30] Cfr., Actas del Primer Congreso de Educación Católica, Madrid, Tip. de la Revista de Archivos, 1925.

[31] Juarros, Cesar (Dr.): “Educación física y acrobatismo”, La Escuela Moderna, nº 304, (diciembre, 1916), pp. 745-747.

[32] Huder, Vicente: Conferencia sobre Educación Física, Pamplona, Imp. Casa Velandia, 1917, p. 29.

[33] Almagro, Antonio: Sobre el concepto de la Educación Física dentro del sentido Español y Falangista de la vida, en … Memoria-Resumen de las Tareas Científicas del I Congreso Nacional de Educación Física, Madrid, Imp. de Jesús López, 1943, pp. 443 y ss.

[34] Franklin Myers, Alonzo y Clinton Bird, Ossian: La nueva educación física e higiénica, Madrid, Publicaciones de la Revista de Pedagogía, 1932, p. 6.

[35] Ibid., p. 9.

[36] Memoria del Comité adjunto de higiene de la Asociación de Educación Nacional, titulada “Educación Higiénica”, p. 13. (Citado por Franklin Myers, Alonzo y Clinton Bird, Ossian: op. cit. p. 13)

[37] Feiring, Williams Jesse: La organización y administración de la educación física, New York, Macmilan, 1922, pp. 10-11.

[38] Ley de 6 de diciembre de 1940 de creación del Frente de Juventudes. Institución y funciones, Jefatura del Estado, (BOE de 7-XII-1940).

[39] Ley 77/1961 de 23 de diciembre, de Educación Física, de la Jefatura del Estado, (BOE, 309 de 27-XII-1961).

[40] Ley 13/1980 de 31 de marzo, (BOE, 89 de 12-IV-1980).

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