DEPORTISTAS DE ÉLITE ¿HÉROES, VILLANOS, O SIMPLEMENTE VICTIMAS?

Prof. Dr. Manuel Vizuete Carrizosa
Maestro de Enseñanza Primaria – Licenciado en Educación Física – Licenciado en Geografía e Historia – Doctor en Historia Contemporánea. Catedrático de Universidad. Líneas de Investigación: Didáctica de la Educación Física. Producción Materiales Didácticos. Historia, Política y Filosofía del Deporte. Formación del Profesorado. Fundador de La European Union Physical Education Associations (EUPEA) Comité de Expertos del Consejo de Europa. Coordinador del Foro Hispanomexicano de la Educación Física y el Deporte.

DEPORTISTAS DE ÉLITE ¿HÉROES, VILLANOS, O SIMPLEMENTE VICTIMAS?

Manuel Vizuete Carrizosa – Catedrático de Universidad

Extremadura – España

El deporte ha sido definido de múltiples formas, siempre con las más diversas intenciones, y casi nunca explícitas; la perspectiva educativa del Head Master del Rugby College, el clérigo británico Thomas Arnold, a quien se reconoce el mérito indiscutible de haber concebidoesta actividad, con el objeto de que su práctica educara en las más nobles facetas y valores del  ser humano, muy pronto nominada como el sport, entendido como la actividad por la actividad sin ánimo de lucro. Así se extendió como concepto educativo social por todo el mundo, soportado y transportado sobre las botas  de los soldados y de las actividades mercantiles y comerciales del imperio británico.

Al concepto sport, como actividad voluntaria y sin ánimo de lucro, se superpuso, casi de inmediato, el concepto deporte, como un constructo, mucho más estructurado, en el que el lucro está patente, y en el que la calidad técnica y física de los participantes, en función del éxito y/o fracaso del deportista, se conjugan una serie de esquemas organizativos y económicos, no siempre transparentes ni confesables, buscando el máximo rendimiento socio económico y político, ante puesto a los conceptos educativos y sociales, al que el deportista, como persona, se encuentra subordinado dentro del esquema socio económico, político y cultural al que pertenece.

Desde este punto de vista el deportista de élite, por lo general, es un eterno menor de edad; en su infancia sus actividades están promovidas, controladas y gobernadas por sus padres, en su adolescencia y primera juventud se suman sus entrenadores y cuando entran en la élite, propiamente dicha, se acrecienta el grupo con las federaciones, los clubes, los equipos técnicos, los comités olímpicos, etc. Todos ellos tras el éxito del deportista y del paraguas económico que va generando; así cuando los organismos fiscales piden cuenta de los ingresos, y proponen sanciones por incumplimiento de las normas tributarias, cuando no el blanqueo de capitales, la explicación que proporciona el deportista es simple: yo no me ocupaba de eso, era mi papá quien llevaba las cuentas, o cuando después de una vida de éxitos deportivos y suculentos contratos, quienes vivieron bajo su paraguas explican vagamente que no queda nada porque se gastó en su promoción; lo que vienen a ser Las Cuentas del Gran Capitán, cuando le explicaba a Carlos V, que los beneficios de las guerras en Italia se habían ido en picos, palas y azadones, en pienso para los caballos y pagas para sus soldados.

Para el deportista de élite el alcanzar la categoría de héroe depende casi exclusivamente de su sacrificio personal y, en los casos en los que llegan a gloria nacional, apuntalados por los gobiernos y sistemas deportivos, siguen siendo por el sacrificio y la renuncia a una vida personal y social normal, los fundamentos de sus triunfos. La gloria deportiva es un valor efímero, caprichosamente aleatorio y profundamente injusto e insolidario; a veces depende de una décima de segundo, del acierto o fracaso en una tanda de penaltis o de las inconfesables políticas de los intereses de los entrenadores y/o de los sistemas deportivos. En muchos de estos casos la línea que separa al héroe del villano es sumamente débil y, mucho más frecuentemente, no se fragua en la competición libre, abierta y trasparente, sino en la oscuridad nauseabunda de un despacho.

El tránsito de héroe deportivo, gloria nacional incluida, a villano o villana, con represión rayana en castigos medievales e inquisitoriales: borrado de los nombres en las listas de triunfadores, pena de destierro deportivo, aislamiento social del único entorno en el que se habían desenvuelto, reducción a cero del modus vivendi, etc. se adquiere por delitos de fraude deportivo o de dopaje.

Resulta difícil de entender, cuando no ridículo y grotesco, que una persona que ha empeñado toda su vida y sus esfuerzos en conseguir los máximos resultados deportivos, sin más tiempo disponible que para dormir, entrenar y resolver los más elementales deberes educativos y fisiológicos es, además, un experto en química y farmacopea, para saber que drogas utilizar, y cuáles no, en beneficio de sus resultados deportivos. Las consecuencias para el deportista infractor son, como ya he señalado, de naturaleza inquisitorial medieval, a las que hay que sumar la pena mediática, o pena de telediario, y la de ser un apestado, prácticamente de por vida, o al menos durante mucho tiempo, con quien nadie quiere relacionarse ni ser visto. Todo ello, llevado a cabo, sin garantías procesales ni razón jurídica válida y sin  la sentencia de los tribunales ordinarios de justicia salvo recurso o causa de muerte.

La pregunta inevitable y casi siempre omitida, es ¿Qué ha pasado con  los técnicos, el entrenador y el equipo médico de soporte? Salvo casos de naturaleza delictiva, o de muerte, no pasa casi nada; su responsabilidad se diluye como un azucarillo y en un plazo brevísimo de tiempo, vuelven a sus vidas como si nada hubiera ocurrido; los técnicos y entrenadores a mi modo de ver, en estos casos, son mucho más responsables que el deportista; por dos razones, la primera es que si fueron ellos los que indicaron, aconsejaron o indujeron al deportista a consumir la sustancia, su papel y por tanto su responsabilidad deportiva y penal, no difiere en gran medida del de un narcotraficante, o del de un camello que proporciona la droga, por tanto culpables; la segunda cuestión es que tanto los entrenadores, como los equipos técnicos, hacen que el deportista sea plenamente dependiente de ellos, lo que supone asumir una responsabilidad de control y tutela.

Resumiendo, si los responsables del entrenamiento indujeron y/o proporcionaron la sustancia son culpables y por tanto penal y deportivamente, y deberían ser objeto de una sanción superior incluso a la del deportista, ya que estaríamos ante un caso de abuso de confianza. En el caso de que el deportista actuase de motu proprio y sin dar cuenta a sus entrenadores, la responsabilidad de los estos estaría en la omisión, al menos ética, de la responsabilidad in vigilando que el entrenador adquiere cuando asume la responsabilidad del entrenamiento de un deportista

La víctima y quien paga los platos rotos, hasta ahora, es el deportista; después de una vida de renuncias, de esfuerzos y de sacrificios, después de haber perdido los dorados años de niñez y juventud, de contar solo con una educación básica e instrumental, salvo excepciones, se encuentra en una profunda soledad, con aislamiento social, sin una profesión homologable y con la vuelta de espaldas de los que le aplaudieron y se beneficiaron de sus triunfos; obviamente, los que le educaron para ganar, no le educaron, ni le dieron los recursos psicológicos y de personalidad que le permitiese afrontar la derrota deportiva y la destrucción de la persona.

He dicho en muchas ocasiones, en especial en el Libro Blanco[1] para el desarrollo del deporte en la edad escolar, que debería haber dos acciones políticas esenciales, una la creación de un fideicomiso eficaz e independiente que administrase las ganancias y o bienes del deportista mientras está en activo, para garantizar la seguridad de sus ingresos, pensando en su vida personal post competitiva, y dos, la creación de políticas de ayuda y asistencia psicológica a los ex deportistas de élite, que garanticen su salud mental, su seguridad personal, su salud y su reinserción social. Sin estas garantías seguiremos sustentando un deporte meritocrático, en el que la cosificación del deportista acaba con los valores esenciales que justifican al deporte.

Badajoz – Extremadura – España.

 Agosto de 2023


[1] NOTA. El Libro Blanco del Deporte en la Edad Escolar, coordinado por mí, con participación de varias universidades, y con proyección nacional e internacional, no llegó a ser publicado físicamente, porque el gobierno de España, de entonces, después de pagarlo y difundirlo, ante las presiones recibidas, decidió que no era políticamente correcto.

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