JUEGOS. Las actividades físicas en el Medievo y la clasificación de los juegos de Alfonso X “El sabio”

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Manuel Vizuete Carrizosa

Maestro de Enseñanza Primaria  –  Licenciado en Educación Física – Licenciado en Geografía e Historia – Doctor en Historia Contemporánea. Catedrático de Universidad. Lineas de Investigación: Didáctica de la Educación Física. Producción de nuevos Materieles Didácticos para la Educación Física Escolar. Historia y Filosofía del Deporte y de la Educación Física. Formación inicial y permanente del Profesorado de Educación Física.

Las actividades físicas en el Medievo y la clasificación de los juegos de Alfonso X “El sabio”

El Medievo o Edad Media, es un largo periodo de tiempo que va desde el momento en el que los pueblos llamados bárbaros, que se habían ido instalando en el propio imperio romano en los siglos precedentes, consiguen romper la hegemonía latina y abren las puertas a las tribus del otro lado del Rin. Este hecho que acaece en el 476, abre el periodo que conocemos como Medievo y que dura hasta la conquista de Granada y el descubrimiento de América en 1492.

La hegemonía del cristianismo como doctrina y como religión oficial del estado, en los territorios donde se gobierna bajo esta confesión, así como las teorías políticas dimanantes del derecho divino de los reyes o la teoría de las dos espadas, marcará de forma determinante el papel y la consideración del cuerpo en la educación que, no obstante, no puede ser considerado factor común en un mundo como el medieval, donde la presencia de musulmanes y judíos, formando parte de la cultura occidental, plantean otras visiones de la educación y del papel del cuerpo en la cultura.

Todavía no podemos hablar de educación física en sentido estricto ya que, este concepto arranca, como toda la educación contemporánea, de las teorías educativas de Juan Jacobo Rousseau. Si podemos, por otra parte, considerar el papel del cuerpo en la vida y en el desarrollo educativo del mundo medieval, donde no es cierto, como se ha dicho, que no existiera una atención a la educación y al entrenamiento corporal, si bien más en el campo de lo cultural y utilitario que en lo educativo.

El feudalismo que arranca con las formas de entender la colonización y el control de nuevos territorios ya en la época romana, va a asentarse de forma definitiva como el sistema político, económico y social de la edad media.  A esta consolidación contribuirá decisivamente la teoría del derecho divino de los reyes a gobernar, pero sobre todo y más acusadamente en el caso de la educación, la Teoría de las Dos Espadas utrumque gladium que establece la supremacía del poder espiritual sobre el temporal de los reyes y gobernantes. Esta doctrina se consolida a finales del siglo V, siendo definida por el papa Gelasio I en su carta a Anastasio emperador de oriente. La supremacía del poder y del magisterio de la Iglesia sobre los gobernantes determinará también el papel del cuerpo en la educación, de tal manera que al cuerpo no se le educa sino que se le adiestra para cumplir diferentes tipos de funciones utilitarias, dejando a cargo del juego popular el papel de educador de habilidades motrices y estrategias intelectuales, cumple el juego así con la norma esencial del Mester de Clerecía de enseñar deleitando. En Castilla se hace eco de esta teoría el propio Rey Alfonso X El Sabio (1252-1284) cuando en el prólogo a la Segunda Partida establece:

Los perlados [prelados -abades, obispos, etc.-] e… toda la clerecia… son puestos para… guardar la fe, no tan solamente de los enemigos manifiestos que en ella no creen, mas aun de los malos cristianos que la no obedesçen ni la quieren creer ni guardar. E porque esto es cosa que se deve vedar e escarmentar crudamente, a lo que ellos no pueden fazer porque el su poderio es espiritual, que es todo lleno de piadad [piedad] e de merçed, por ende nuestro Sennor Dios puso otro poder tenporal en la tierra con que esto se cumpliese, assi como la iustiçia que quiso que se fiziese en la tierra por mano de los enperadores e de los reyes. E estas son las dos espadas porque se mantiene el mundo: la primera espiritual, e la otra tenporal. La espiritual taja los males ascondidos [escondidos] e la tenporal los manifiestos.

Los nobles feudales, a partir de esta teoría, establecen relación de vasallaje con el rey, mediante un ceremonial específico, comprometiéndose a entrenar y mantener una mesnada o tropa con la que acudir en servicio del rey cuando este se lo demande, a su vez, estos señores de la guerra, alquilaban sus mesnadas al mejor postor como es el caso del Cid Campeador que combate a moros o cristianos por contrato el cual establecía el precio en función de la calidad de la hueste.

El desarrollo de las ciudades que en muchos casos nacen y crecen como Arrabád[1] alrededor de una fortaleza y al amparo de un señor, se desarrollan a medida que las posibilidades de mejora alimenticia lo hacen posible, generando en su crecimiento estructuras sociales, arañando derechos a los nobles y organizándose en gremios y mercados mediante luchas sociales, más o menos declaradas o explícitas. En esta conurbaciones y singularmente en los mercados, los días en que estos se celebran, es donde concurren artistas del teatro, la narración o la danza, y también atletas que compiten, casi siempre por dinero o por apuestas en metálico, demostrando distintos tipos de habilidades, normalmente relacionadas con oficios o artes industriales: lanzamiento de reja de arado, levantamiento de yunque o eje de carro, levantamientos de piedra, carreras de bueyes arrastrando pesos o de personas transportando cargas, actividades, todas ellas, que además de lo competitivos, en muchos casos tenían un fin comercial, como conseguir un contrato de trabajo ó vender mejor una mercancía o animal.

La educación, en el mundo cristiano, se desarrolló en los monasterios accediendo a ella los clérigos principalmente; en el mudo musulmán y judío, refiriéndonos a los reinos peninsulares españoles, la educación fue un hecho mucho más democrático ya que la obligación de entender los libros sagrados y las inscripciones, en muchos casos, formaba parte de los deberes religiosos.

La filosofía escolástico tomista no tuvo en cuenta al cuerpo en el hecho educativo, sino que al mantener y consagrar el dualismo cuerpo mente del ser humano, se favoreció la reducción de lo corporal, en beneficio de la otra mitad.

La actividad física medieval como beneficio y derecho de clase.

La estructura social señalada en la que la clase dominante, o nobles, mediante una compleja ceremonia de gran aparato e implicaciones físicas, prestaban vasallaje a sus señores,[2] Por razones de necesidad y de utilidad práctica, giraba en torno a la caballería que no solo era un emblema de distinción y símbolo de poder, sino porque, además, en esa época la caballería es el arma de guerra por excelencia, de tal manera que el poder de un ejército o señor se mide por el número de sus caballeros que, a su vez arrastran su propia mesnada de escuderos, hombres de a pie, etc.

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Jinetes – Libro de la Real Cofradía de los Caballeros del Santísimo y de Santiago. Siglos XIII-XVII

Los nobles aristócratas se ejercitaban tanto en la caballería, como entrenamiento para la guerra, como en el ejercicio de armas de guerra de a pie y de a caballo. La exhibición de estas destrezas castrenses tuvo lugar en las justas y torneos

En el caso de los torneos, el combate estaba sometido a ritos y  reglas, y pese a que la iglesia siempre tuvo a estos espectáculos como reflejo de vanidades y los descalificaba por sanguinarios, no es menos cierto que estaban siempre acompañados de una gran simbología cristiana. En cualquier caso, coincidimos con Huizinga en calificarlos como ceremonias preparatorias para la guerra, si bien, por nuestra parte, encontramos además, en los torneos, algo similar a lo que en la actualidad representan las maniobras disuasorias que realizan los ejércitos a modo de exhibición de poder frente a potenciales enemigos.

También los torneos representaron la posibilidad de encuentros sociales entre iguales, en los que se propiciaban las relaciones, se hacían negocios o se concertaban matrimonios. A partir del siglo XI los torneos llegaron a ser  grandes festivales, muy desarrollados, que podían durar varios días. A ellos asistían participantes, jueces y espectadores, todos ellos ataviados con trajes y galas muy lujosas. [1]


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Lucha de jinetes. Libro de la Caza de Opiano siglo VII

La creencia y la confianza, probablemente germánica, en el juicio de dios, en el sentido de los dioses estaban del lado del justo, prestando a este fortaleza y valentía en caso de agravio, de tal manera que la razón estaba del lado del vencedor en el combate, desarrolló en el mundo medieval la celebración de duelos. Sujetos también a reglas, los duelos se provocaban mediante un reto para solventar un problema de honor o de honorabilidad. Planteado el reto, era preciso comparecer y defender el honor mancillado. Esta costumbre, pesea prohibiciones, se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX en capas sociales para las que el honor constituía casi su única razón de ser y existir.

El mantenimiento de caballo y jinete, listos para la guerra desarrolló el arte cinegético. La cetrería, la doma, la selección de especies y la mejora de las razas equinas alcanzaron gran desarrollo en el Medievo. Ciertamente, el arte venatorio se centraba en la caza de sangre, es decir con muerte de animales de sangre caliente, no dándose demasiada importancia a actividades como la pesca considerado un oficio inferior y, en modo alguno ejercicio de nobleza.

Las diversiones populares, de carácter local, tenían por objeto la relación entre las capas más bajas de la sociedad, con reglas propias en cada localidad, se celebraban con motivo de festividades religiosas o celebraciones de acontecimientos memorables.

La celebración de mercados, como hemos dicho, era un buen pretexto para que hicieran su aparición los atletas y actores y se celebraran concursos de lucha, tiro y habilidades varias en las que se cruzaban apuestas o simplemente se divertían con las competiciones. La danza ocuparía igualmente un lugar destacado en estas celebraciones.

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Caza a pie y ejercicio de la cetrería. Libro de la Caza de Opiano siglo VII

El valor del juego como ejercicio físico relacional y la clasificación de Alfonso X “El Sabio”

Desde un punto de vista histórico, y si consideramos que el principio en el que se basa la ciencia es el de definir y clasificar, es preciso reconocer que, sin duda, el primer científico del juego es el Rey de Castilla Alfonso X  El Sabio, es en su obra El libro del Açedrex, Dados e Tablas,  donde tras definir el juego como negación de  lo aparente: porque non es eso mismo llaman le iuego.[1]

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Juego de pelota en un prado y Tiro de ballesta. Cantigas de Alfonso X “El Sabio” Siglo XIII

Tras definir los juegos de a caballo y dejar clara su utilidad como hecho de armas en su momento, continúa el rey de Castilla con su clasificación definiendo los juegos que se hacen en pie:

E los otros que se ffazen de pie, son assi como esgrimir, luchar, correr, saltar, echar piedra o dardo, ferir la pellota, e otros iuegos de muchas naturas en que usan los omnes los miembros porque sean por ello mas rezios e reciban alegria.

Tras esta definición y clasificación de entrenamiento físico de los juegos de a caballo y a pie, de evidente utilidad bélica, aparecen en la clasificación los juego recreativos y de ocio, así como aquellos que no pueden jugarse por carecer de espacio, problemas de edad, de sexo o de cautiverio.

Los otros iuegos que se fazen seyendo,[1] son assi como iogar açedrex e tablas e dados, e otros trebeios de muchas maneras.

E como quiere que todos estos iuegos son muy buenos cadaunos en el tiempo e en el logar o conuienen, pero por que estos iuegos que se fazen seyendo, son cutianos e se fazen tanbien de noche como de dia, e porque las mugieres que non cabalgan e estan encerradas an a usar desto, e otrossi los omnes que son viejos e flacos, o los que han sabor de auer sus plazeres apartadamientre por que non reciban en ellos enoio nin pesar, o los que son en poder ageno assi como en prision o en catiuerio o que uan sobre mar, e comunalmientre todos aquellos que han fuerte tiempo, por que non pueden cabalgar nin yr a caça ni a otra parte, e han por fuerça de fincar en las casas e buscar algunas maneras de iuegos con que hayan plazer e se conorten e no esten baldios.

E por ende nos don Alfonso. Por la gracia de Dios y rey de Castiella, de Toledo, de Leon, de Gallizia, de Seuilla, de Cordoua, de Murçia, de Jahen e del Algarbe, mandamos fazer este libro en que hablamos en la manera daquellos iuegos que se fazen mas apuestos, assi como açedrex, dados e tablas.[2]

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Juegos de dados y de Alquerque. Libro del açedrex, dados e tablas. Alfonso X “El Sabio” Siglo XIII[1]

Del mismo modo la propia literatura histórica, en este caso musulmana, narra como el desarrollo de las actividades físicas jugadas como entrenamiento con fines bélicos debió ser un hecho habitual en el medioevo español, tanto entre cristianos como musulmanes, no siendo extrañas las confrontaciones de campeones como forma de dirimir una cuestión de enfrentamiento bélico en forma casi pacífica.

Cuando los dos ejércitos estuvieron frente a frente, un infiel salió de las filas y se puso a gritar: ¿Hay un campeón? Un caballero musulmán fue a su encuentro.

 ……….Los dos adversarios se precipitaron uno contra otro; el cristiano desmontó de un golpe de lanza a Ben Fatun, pero este se agarró al cuello de su caballo, se desembarazó de sus estribos, saltó a tierra, montó otra vez, se lanzó contra su enemigo, y le dio un latigazo. La tralla se enrolló en el cuello del cristiano y de un tirón Ben Fatun le arrancó de la silla y le arrastró hasta Mustain…[1]

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Dentro del mismo periodo histórico y relacionado con el nacimiento de la lírica, Deyermond[1] sostiene, hablando de los orígenes de la lírica peninsular, que tanto la estructura paralelística existente en el noroeste como los poemas basados en el estribillo típicos de otras regiones, pudieran tener su origen en las danzas propias de los juegos de corro; especialmente, en dos tipos extraordinariamente difundidos por la península en las que con dos corros concéntricos de danzarines o jugadores, uno de ellos gira en el sentido de las agujas del reloj mientras que, el otro, lo hace en sentido inverso y, otra, en la que un único corro gira alrededor de un personaje central que dirige u organiza la danza y, además, propone los movimientos del corro. Deyermond, asocia la lírica paralelística al primer modelo en el que un corro canta los pareados primero tercero y quinto; el otro los pares y ambos corros el estribillo. La lírica asociada al estribillo, según el mismo autor, se habría originado a partir del segundo modelo en el que la figura del centro cantaría las estrofas, probablemente improvisándolas, en tanto que el corro cantaría el estribillo.

Restos de este tipo de danzas populares, pueden encontrarse todavía en numerosos lugares de la geografía peninsular y de las islas. En nuestra investigación, hemos podido comprobar no solo la permanencia de estos juegos, sino la existencia de reglas en las que los errores lingüísticos, o los de movimiento, se sancionan con la exclusión temporal del juego.

La existencia de los juegos de corro como primera estructura social y relacional de las personas, vinculada a actividades de movimiento, vendría avalada por las propias pinturas rupestres del arte levantino que demuestran la existencia de las danzas en corro, varios milenios antes de la existencia de la literatura y de los documentos escritos. Podemos pensar, por tanto, en la existencia de una fuerte tradición folklórica y de juegos de movimiento activo que es, a su vez, el origen de otras manifestaciones de la cultura.

La investigación sobre el juego y sus posibilidades educativas, como vemos, es anterior a otros muchos intentos de instrumentarlo como actividades físicas organizadas, la vieja teoría medieval del enseñar deleitando vendría a avalarlo.


[1] DEYERMOND, A.D.: (1980) Historia de la Literatura Española. La Edad Media. R.O. Jones Director, Barcelona, Ariel,


[1] Del Sirach al-Muluk del  Turtuxi, según versión francesa de Dozy: Recherches, II, 61. Tomado de SANCHEZ – ALBORNOZ, La España Musulmana, Tomo II. Madrid. Espasa-Calpe, 1973 pp. 104


[1] NA. En la primera de las ilustraciones juegan al ajedrez un cristiano y un moro; muestra de la convivencia y de la tolerancia existente en  la España de las tres culturas.


[1] N.A. Sentados

[2] ALFONSO X: Libros del ajedrez, dados y tablas. Antología. Barcelona. Orbis. 1983 pp. 312


[1] VIZUETE, M.: (1991) Lo corporal en la obra de Alfonso X el Sabio, Perspectivas de la actividad física y deporte nº 4, León, INEF. pp. 32

[1] En el año 1184, el emperador Federico, organizó un torneo con 40000 invitados. En el año 1520, Francisco I de Francia se entrevistó con Enrique VIII de Inglaterra, y como festejo organizó un torneo que duró tres semanas para el cual se levantaron 2800 tiendas para los invitados.


[1] NA. Del hispanoárabe arrabáḍ, derivado del árabe clásico rabaḍ, significa: ما تعلق على الجدار  lo que está pegado al muro. En este caso referido a viviendas o casas que se iban adosando sin ningún tipo de plan urbano de forma más o menos caótica al castillo. En muchas ciudades los habitantes de estas viviendas debían abandonar la fortaleza a la puesta de sol, siendo este hecho anunciado por un heraldo o señal acústica como un cañonazo.

[2] NA. El homenaje, homage, -del vasallo al señor- consistía en la postración o humillación, habitualmente de rodillas, el osculum ó beso, la inmixtio manum, acto por el que las manos del vasallo, unidas en posición orante, eran acogidas entre las del señor, junto con alguna frase que reconociera haberse convertido en su hombre. Tras el homenaje se producía la investidura, del señor al vasallo, que representaba la entrega de un feudo y que, dependiendo de la categoría de vasallo y del señor, podía ser un condado, un ducado, una marca, un castillo, una población, o un simple sueldo; e incluso un monasterio si el vasallaje era eclesiástico; a través de un símbolo del territorio o de la alimentación que el señor debe al vasallo: un poco de tierra, de hierba o de grano, y del espaldarazo, en el que el vasallo recibe una espada, y unos golpes con ella en los hombros, o bien un báculo si el vasallaje era era religioso.

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